Los taoístas-igual que los budistas y los estoicos-no dan por sentado que la raíz del sufrimiento, el descontento y el enojo resida en la Divina Providencia o en la historia psicológica.
Más bien apuntan a que las toxinas mentales son consecuencia de una visión negativa del mundo y de nosotros mismos.
Si cambiamos los pensamientos negativos por pensamientos positivos, los subproductos de nuestra conciencia dejarán de ser tóxicos para ser alegres.
Y eso, a su vez, es la fuente de la felicidad duradera.
Para que dicho cambio se produzca hay que practicarlo a diario, ejercitar con diligencia la fuerza de voluntad, reforzar sin tregua la visión positiva de nosotros mismos y del mundo en vez de la negativa. Entonces el mundo responde con la misma moneda, tal como las cuerdas reaccionan a las frecuencias de un diapasón.
Si tu mente emite frecuencias negativas, tu mundo resonará negativamente; si son positivas, lo hará positivamente. Se trata, una vez más, de una ley de la naturaleza.
